Que los niños son crueles y que la infancia no es ese paraíso de bondad
e inocencia que nos han vendido, es algo que todo el mundo sabe, exceptuando
algún alma cándida que se empeña en engañarse. A Renovato en la escuela le
llamaban Reno, por abreviar, y si se libró de que le atormentaran preguntándole
que posición ocupaba en la reata de Santa Claus, no fue por la presunta bondad
de sus compañeros, sino porque, en aquellos lejanos días, el gordo bonachón de
la campana era aún un imberbe muchachito con tipo de bailarín de tango.
Pero la condena no hizo más que
aplazarse, pues su época de sufrimiento comenzó con el llamamiento a filas. En
cuanto el joven Renovato hizo su entrada en el campamento de reclutas, una voz
unánime lo rebautizó como Re-novato, o sea “novato doble” y del mismo modo se
duplicaron las crueles bromas. Desde duchas frías hasta simulaciones eróticas
con la almohada, pasando por bailar con el “chopo” o cantar desde dentro de una
taquilla, todas las perrerías habituales le fueron aplicadas.
Pero Renovato no se doblegó,
antes bien se creció en el castigo. Acabado el compromiso con la patria, se
licenció y decidió entrar en religión. Como él decía a menudo: “el castigo moral de los inicios de la vida
castrense ha templado mi carácter hasta hacerme inmune a cualquier eventualidad
futura”. Ingresó pues en un seminario
donde, a pesar del frío intenso y las raciones magras, no decayó ni un momento
su entusiasmo. Entró en conocimiento allí con Pastor, que había vivido la
gracia de una intensa experiencia mariana. Con él y otro compañero, de nombre
Anesio, descubrió en la biblioteca, entre “Energía y pureza” y “La perfecta
casada”, un tomo perdido de las obras completas de Bakunin, cuya lectura estuvo
a punto de minar el vigor de su espíritu. Convencidos por las proclamas del
impío, fundaron el RPA (Reverendos Padres Ácratas), pretendida corriente de
opinión dentro del aggiornamiento que empezaba a estar de moda. La cosa quedó
en pecadillo de juventud al enterarse don Acacio, el prefecto, que les dispersó
como a la mala hierba, mandando a cada uno a un lugar distinto de la geografía
patria.
En el futuro, recibidas ya las órdenes mayores, el trío se hizo
tan famoso por sus predicaciones que el propio Bakunin les hubiera envidiado.
3 comentarios:
Qué vida la del infatigable Renovato, maestro Toribios. Eso sí, lo de la RPA es una guinda impagable.
Como siempre, una sonrisa para detener el paso incierto de este mundo cansado.
Un saludo
Juan M
Gracias por el empujón. En el próximo comienzo con abril, aunque estemos ya casi en el otoño. Tiempos hubo en que pretendí ir a la par que el calendario...
Hola, si te apetece compartir tus relatos, écha una ojeada a ésto
http://280ypunto.blogspot.com.es/
Un saludo.
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